15 de octubre de 2008

"El espacio de los amantes" de Jorge Arbeleche

Ellos han edificado su propia casa. Casa del aire. Casa del desnudo abierta al sueño. Han levantado su propio puente levadizo y en la más alta torre está su sitio donde el fuego se amiga con el agua y se confunde la noche con el día. Ellos son sus propios atalayas dispuestos a permanente guerra para defensa de sus altos muros. Muros que abrigan confidencias en la penumbra del silencio. Casa del secreto. Sin tiempo. No viene de antes. No mira a después. Dura. Y mientras dura crece. Y ha venido creciendo desde sus primeros cimientos. Imperceptible. Ni ellos mismos supieron que la construían. Y ahora van por la casa dejando caer las ropas y desplegando sábanas hacia la noche y ofreciendo vinos como si fueran sacrificios a nuevos dioses de una nueva tierra. Porque han debido construir su propia casa y tiempo y tierra. Y uno ha sido cada vez más el otro a medida que se sumaban las piedras a las piedras a medida que la presencia suplantaba a la ausencia. Cada uno es el tiempo del otro. Nacen cuando se miran. Y cuando se miran no buscan su reflejo sino esa parte de cada uno que permanece sumergida y sólo el otro puede hacer surgir.
(de La Casa de la Piedra Negra, 1983)